Ya había escrito algo sobre La inteligencia del cuerpo humano y las asombrosas curaciones que puede originar la mente. Pues bien ahora vamos a ver la contraparte, que es cuando nuestros pensamientos nos pueden enfermar.
Imagina por un momento cómo se tiene que defender el sistema inmunológico ante el ataque constante al que se ve sometido.
Imagina por un momento cómo se tiene que defender el sistema inmunológico ante el ataque constante al que se ve sometido.
Si te parece que la bacteria asesina, la enfermedad del legionario y las gripes malignas son perniciosas, te sorprenderá enterarte que las investigaciones médicas han concluido que el enemigo más temido para el organismo no son los microbios, sino los pensamientos y las palabras de cada día.
Es más, hay un nutriente de efectos terapéuticos más eficaz que las vitaminas, los minerales, las enzimas, los jugos naturales y las hierbas medicinales... el amor.
El cerebro trabaja constantemente, todos los días de año y a toda hora. No cierra ningún día del año y no se toma vacaciones.
De entrada, el la computadora que dirige al organismo y regula prácticamente cada una de las funciones del metabolismo y su equilibrio químico.
Desde el sistema nervioso hasta la actividad sexual, pasando por miles de actividades, más de las que tú tienes idea, el cerebro es el que manda, y está constantemente creando, guiando, regulando, equilibrando y manteniendo todo el organismo a cada momento del día.
La ciencia ha descubierto que cuando se tiene un pensamiento, el cerebro produce sustancias que abren lo que se podría llamar, una ventana.
Cuando el pensamiento concluye, la ventana se cierra. Por ejemplo, cuando ve a la persona de sus sueños y siente un revoloteo en el estómago; esa sensación increíble que recorre todo su cuerpo, no es otra cosa que una sustancia química. Cuando uno se excita sexualmente, se debe a que el cuerpo ha liberado otra sustancia química. Y cuando un desgraciado se cruza por tu camino, y dándote un cerrón con su auto, sientes una gran ira que parece un ácido corrosivo que recorre todo tu cuerpo, sobre todo en tu sistema circulatorio y en tu estómago, y no es más que otra sustancia química segregada por el cerebro y se llaman neuropéptidos.
La biología lleva años realizando investigaciones en este campo. Lo que sabemos hasta ahora, es que cuando se tiene un pensamiento, el cerebro produce sustancias que afectan a la persona, y lo que ésta siente es la producción y asimilación de estos neuropéptidos.
Y aquí es donde se pone inquietante la cosa. La ciencia médica hizo un descubrimiento trascendental en la última década que ha pasado prácticamente inadvertido.
Ya se sabía que las células de sistema inmunológico, como todas las demás, tienen estaciones de descarga en su membrana para asimilar diversas sustancias.
Lo que se descubrió fue que en la membrana de cada uno de los linfocitos que defienden el cuerpo de bacterias, virus, hongos, parásitos y cáncer (de hecho en todas las enfermedades) hay un punto concreto de carga que recibe los neuropéptidos.
¿Qué le importa al sistema inmune lo que pensamos? ¿Por qué le da importancia a esos pensamientos? ¿Es que no tiene suficiente con tantos microbios que hay en el ambiente y la proliferación exponencial del cáncer? ¿Le es indispensable entrometerse en nuestra vida y monitorear las conversaciones privadas que tenemos con nostros mismos?
Pero eso no es todo. Ya hemos visto que el sistema inmunológico se pasa el tiempo escuchando nuestros monólogos interiores mientras que ninguna célula, ni órgano, ni ningún otro aparato del organismo monitorea a otro si no está preparado para responder a la información que obtiene.
Esto quiere decir que la respuesta del sistema inmune está condicionada por los pensamientos. El sistema inmune no sólo escucha, sino que también reacciona al diálogo emocional.
Esto es lo que afirma la ciencia médica: que las células que defienden al organismo tienen puntos concretos de recepción de neuropéptidos, las sustancias que produce el cuerpo con cada pensamiento. Y que las respuestas de esas células a los gérmenes patógenos varía dependiendo de que se fortalezca, se debilite o deje de funcionar totalmente a causa de esas sustancias.
Todo lo que hacemos y pensamos tiene consecuencias fisicas; y por lo que se ve, también lo que pensamos. Así que... Piensa positivamente.
Pero eso no es todo. Ya hemos visto que el sistema inmunológico se pasa el tiempo escuchando nuestros monólogos interiores mientras que ninguna célula, ni órgano, ni ningún otro aparato del organismo monitorea a otro si no está preparado para responder a la información que obtiene.
Esto quiere decir que la respuesta del sistema inmune está condicionada por los pensamientos. El sistema inmune no sólo escucha, sino que también reacciona al diálogo emocional.
Esto es lo que afirma la ciencia médica: que las células que defienden al organismo tienen puntos concretos de recepción de neuropéptidos, las sustancias que produce el cuerpo con cada pensamiento. Y que las respuestas de esas células a los gérmenes patógenos varía dependiendo de que se fortalezca, se debilite o deje de funcionar totalmente a causa de esas sustancias.
Todo lo que hacemos y pensamos tiene consecuencias fisicas; y por lo que se ve, también lo que pensamos. Así que... Piensa positivamente.
Tomado del libro
Common sense health and healing
por el Dr. Richard Schulze
0 comentarios:
Publicar un comentario