viernes, 28 de septiembre de 2018

APRENDE A CURARTE A TRAVÉS DE LA MENTE

Ya había hablado anteriormente de como tus pensamientos te pueden enfermar.  Ahora veremos cómo tus pensamientos te pueden sanar.
Hace un poco más de 20 años, Joe Disperza (uno de los maestros de "El secreto") fue arrollado por un todo terreno, cuando participaba en un triatlón. El diagnóstico de los cuatro cirujanos que consultó coincidía, tenía que operarse inmediatamente; debían implantarle barras de Harrington (de 20 a 30 centímetros desde la base del cuello hasta la base de la columna), ya que la tomografía demostraba que la médula estaba lesionada y que podría quedar paralítico en cualquier momento.
Dispenza, que era quiropráctico, sabía muy bien lo que eso significaba: una discapacidad permanente, y muy probablemente con un dolor constante. Su decisión fue muy arriesgada: Intentaría ayudar a su cuerpo a que se recuperara de manera natural. 
Conocía bien todo lo concerniente a huesos y músculos e ideó un plan de acción que incluía autohipnosis, meditación, una dieta que ayudara a sus huesos a regenerarse y ciertos ejercicios en el agua. Se recuperó totalmente en un tiempo récord y decidió ahondar en el tema.
Durante ocho años, estudió las remisiones espontáneas de las enfermedades y le sorprendieron tanto los resultados, que decidió volver a la universidad para poder intentar explicar científicamente lo que había descubierto: el poder de nuestro cerebro como director ejecutivo de nuestro cuerpo.
Él decía que podíamos cambiar la mentalidad para crear nuevos cableados en el cerebro y fortalecerlos con nuestro pensamiento. 
Muchas veces le preguntaron ¿Cómo empezó a interesarse en el cerebro? A lo que él contestaba:
He entrevistado a cientos de personas que han sido diagnosticadas con enfermedades como tumores malignos y benignos, enfermedades cardíacas, diabetes, enfermedades respiratorias, hipertensión arterial, colesterol alto, dolores músculo-esqueléticos, raras alteraciones genéticas para las que la ciencia médica no tiene solución, pero cuyo cuerpo se ha regenerado por sí solo sin la ayuda de una intervención médica convencional, como la cirugía o los fármacos. 
¿Milagro? Observa que una de las causas principales de esas remisiones espontáneas era que habían cambiado su forma de pensar. 
Así que volví a la universidad e hice la carrera de neurociencias para poder explicar qué es lo que ocurría. Cuando afirmo que nuestros pensamientos se convierten literalmente en materia, me baso en la más pura vanguardia científica. Básicamente, esos individuos cambiaron la arquitectura neurológica de su cerebro.
Todas esas personas que tenían una remisión espontánea, compartían cuatro cualidades específicas. Lo primero es que todas aceptaron, creyeron y entendieron que había una inteligencia superior dentro de ellos. Da igual si la calificaban de divina, espiritual o subconsciente.
Lo segundo es que todas aceptaron que fueron sus propios pensamientos y sus propias reacciones las que crearon la enfermedad, y puedo hablar y citar estudios sobre cualquiera de estos temas durante media hora. Hay un floreciente campo científico llamado psico-neuroinmunología que demuestra la conexión existente entre la mente y el cuerpo. 
La tercera característica común es que cada persona decidió reinventarse a si misma para llegar a ser otro, y los estudios actuales de neurociencias muestran que esto es totalmente posible.
Por último, tenían en común que durante el periodo en que intentaban meditar o imaginar en lo que querían convertirse, hubo tiempos largos en que perdieron la noción del tiempo y el espacio. 
¿Y esto que significa?
El lóbulo frontal representa un 40% de la totalidad del cerebro, y cuando estamos de verdad concentrados o focalizados, el lóbulo frontal actúa como un control de volumen. Como tiene conexiones con las demás partes del cerebro, puedo rebajar el volumen del tiempo y del espacio. 
En otras palabras, los circuitos que tienen que ver con mover tu cuerpo, sentirlo, percibir lo que hay fuera y percibir el tiempo pasan a un segundo plano y el pensamiento se convierte en una experiencia en sí, es más real que otra cosa. De este modo, el lóbulo frontal elimina todo lo que no es prioritario para focalizarse en un único pensamiento, y es en ese momento en el que el cerebro rehace su cableado.
¿Y esto en qué se traduce?
Aquello en lo que pensamos y en lo que concentramos nuestra atención con más frecuencia, es lo que nos define en la escala neurológica.
Un reciente estudio demuestra que las grandes ideas surgen cuando uno está relajado, pensando en otras cosas.
Antes se creía que la parte derecha del cerebro es la parte emocional o sentimental, el lado creativo; y la izquierda, la racional o lógica. Pero de hecho, el lado derecho del cerebro es el responsable de procesar la novedad cognitiva, las nuevas ideas que, cuando ya están memorizadas, cuando se convierten en familiares, pasan al lado izquierdo del cerebro. Es lo que conocemos como rutina cognitiva.
Esa es la razón de que cuando un neófito escucha música, lo hace con el lado derecho del cerebro, mientras que un músico profesional lo hace con el lado izquierdo. Esto significa que tenemos la oportunidad de aprender cosas nuevas y recordarlas. Es la manera que tiene la evolución de hacer conocido lo desconocido.
¿Y lo espiritual que tiene que ver?
No hay nada de místico en ello. Se trata de la misma inteligencia que organiza y regula todas las funciones corporales. Esa fuerza hace que nuestro corazón lata ininterrumpidamente unas cien mil veces cada día sin que nosotros pensemos siquiera en ello, y se encarga de las 67 funciones del hígado, aunque la mayoría de nosotros ni siquiera sabe que ese órgano realiza tantas tareas.
Esta inteligencia sabe cómo mantener el orden entre las células, los tejidos, los órganos y los sistemas corporales, porque ha sido ella quien ha creado nuestro cuerpo a partir de dos células individuales.
¿El poder que da origen al cuerpo es el poder que lo mantiene y lo sana?
El cerebro no puede cambiar el cerebro porque es sólo un órgano, y la mente no puede cambiar el cerebro porque es producto del cerebro. Así que tiene que existir algo que está operando en el cerebro para que cambie la mentalidad.
Básicamente, más allá de mis estudios sobre las remisiones espontáneas de enfermedades, lo que intento transmitirle  es que nuestros pensamientos provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones, y que cuando aprendamos cómo se crean esos malos hábitos, no sólo podremos romperlos, sino también reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra vida comportamientos nuevos.
¿Y la predestinación genética? 
La investigación científica de vanguardia está demostrando que la genética tiene la misma plasticidad que el cerebro. Los genes son como interruptores, y es el estado químico en que vivimos es el que hace que algunos estén encendidos y otros apagados. 
Se ha realizado un estudio muy interesante en Japón con enfermos dependientes de la insulina tipo dos, que mostraba cómo los enfermos sometidos a programas de comedia normalizaban su nivel de azúcar en la sangre sin necesidad de insulina. 24 genes activados sólo por el hecho de reírse. Los genes son igual de plásticos que nuestro tejido neuronal.
¿Cada vez que pensamos, fabricamos sustancias químicas?
Así es, y estas sustancias a su vez son señales que nos permiten sentir exactamente como estábamos pensando. Así que si tienes un pensamiento de infelicidad, al cabo de unos segundos, te sientes infeliz. El problema es que en el momento en que empezamos a sentir de la manera en que pensamos, empezamos a pensar de la manera en que nos sentimos, y eso produce aún más química.
¿Es esto un círculo vicioso?
Sí, y así se crea lo que llamamos el estado del ser. La repetición de estas señales hace que algunos genes estén activados y otros apagados. Memorizamos ese estado como nuestra personalidad, así que la persona dice: "soy una persona infeliz, negativa o llena de culpa", pero en realidad lo único que ha hecho es memorizar su continuidad química y definirse como tal.
Nuestro organismo se acostumbra al nivel de sustancias químicas que circulan por el torrente sanguíneo, rodean nuestras células o inundan nuestro cerebro. Cualquier perturbación en la composición  química constante, regular y confortable de nuestro cuerpo, dará como resultado un malestar.
¿Estamos enganchados a nuestra química interna?
Sí, haremos todo lo que esté a nuestro alcance, tanto consciente como inconscientemente; y a partir de lo que sentimos, para restaurar nuestro equilibrio químico acostumbrado. Es cuando el cuerpo manda sobre la mente. 
¿Su propuesta es cambiar la química cerebral con nuestro pensamiento?
Esa es una parte de mi trabajo. No se trata sólo de cambiar la química cerebral, sino también los circuitos cerebrales; es decir, todo el cableado. Si podemos forzar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, estamos creando una nueva mente. 
El principio de la neurociencia es que si las células neuronales se activan conjuntamente, se entrelazan creando una conexión más permanente. Una persona, ante una situación, por nueva que sea, recurre a esa conexión; es decir, repite el mismo pensamiento una y otra vez y da las mismas respuestas, su cerebro no cambia, vive con la misma mente cada día.
¿Cómo interrumpir el ciclo?
A través del proceso de conocimiento y de la experiencia podemos cambiar el cerebro. Es buena idea examinar constantemente qué podemos cambiar dentro de nosotros. Si cada mañana nos planteáramos cuál es la mejor idea que podemos tener de nosotros mismos, tendríamos otro tipo de mundo.
¿Qué preguntas debemos hacernos para sentirnos de otra manera?
La mayoría de las personas cree que las emociones son reales. Las emociones y los sentimientos son el producto final, el resultado de nuestras experiencias. Si no hay experiencias nuevas o vividas de otra manera, vivimos siempre en la actualización de sentimientos pasados. Se trata del mismo proceso químico una y otra vez. 
Una pregunta que nos ayudaría a cambiarnos es, ¿qué sentimientos tengo cada día que me sirven de excusa para no cambiar?
Si las personas empiezan a decirse: yo puedo eliminar la culpa,la vergüenza,las sensaciones de no merecer, de no valer... Si podemos eliminar estos estados emocionales destructivos, empezamos a liberarnos, porque son estos estados emocionales los que nos impulsan a comportarnos como animales con grandes almacenes de recuerdos. ¿Cuál es el mayor ideal de mi mismo? ¿Qué puedo cambiar de mi mismo para ser mejor persona? ¿A quién en la historia admiro y quiero emular?
Pero saber quién quieres ser no es suficiente para cambiar tu cableado.
No. El conocimiento es lo que precede a la experiencia. Aprender una información es personalizarla y aplicarla. Debemos modificar nuestro comportamiento para poder tener una nueva experiencia que a su vez crea nuevas emociones.
El conocimiento es para la mente; la experiencia, para el cuerpo. Tenemos que enseñar al cuerpo lo que  la mente ha entendido intelectualmente. Si seguimos repitiendo esa experiencia, se archiva en un sistema en un sistema nuevo en el cerebro y eso permite pasar del pensar al hacer, al ser.
El siguiente paso es cambiar hábitos de comportamiento; tiene que haber acción. 
El hábito más grande que tenemos que romper es el de ser nosotros mismos, porque la neurociencia y la psicología dicen que la personalidad ya está formada antes de los 35 años. Esto significa que tenemos los circuitos hechos para poder enfrentarnos a cualquier situación y, por lo tanto, vamos a pensar, a sentir y a actuar de la misma manera el resto de nuestros días.
Joe Disperza

0 comentarios:

Publicar un comentario